De naturaleza salvaje y sensibilidad artística, los platillos de la tierra yaqui son un sentido homenaje a la antigua ciencia de interpretar los signos del tiempo para lograr el mejor sazón. Seguramente las raíces de la gastronomía sonorense las encontraremos en los productos de la caza, la pesca y la recolección, cuya principal virtud fue la de proveer de energía a los primeros pobladores de este territorio, que ya fuera en los valles, en la costa, en la montaña o en los límites del desierto, supieron integrarse al paisaje e hicieron de su vida cotidiana una cita constante con las señales de la naturaleza. Tal vez esta sea la principal herencia que hoy puede rescatarse en los pasillos de la comida sonorense: la sabia selección de los productos a partir de las particularidades de la geografía y el clima. Carne, pescado, trigo, maíz, son en cierto modo la base en la que se sustentan los platillos de la mesa sonorense. El ganado vacuno y porcino sustituyeron a las piezas de caza, y el trigo disputó la supremacía al maíz, y es así que el menudo sonorense, tan distinto al del Altiplano, se acompaña con tortillas de harina de trigo y pan birote. Algunos de sus platillos preferidos, como las chivichangas y la machaca, nacieron evidentemente a la orilla de los caminos, durante la difícil jornada de los misioneros que dejaron su impronta en un territorio redescubierto con la fuerza de los mitos y el encuentro con la realidad.
(source: http://www.mexicodesconocido.com.mx/la-comida-sonorense-sabiduria-gastronomica.html)
La gastronomía sonorense no sólo se distingue por sus carnes. Aunque el clima desértico del estado podría engañar a cualquiera, su aparente austeridad no es más que un espejismo. Además de que somos grandes productores de carne bovina y porcina, la agricultura también ha sido fuertemente desarrollada y cultivamos granos, nueces, bellotas, membrillos y cítricos. El mar también da sus frutos y tanto en las poblaciones costeras como en la capital se pueden encontrar deliciosos mariscos como la jaiba, el camarón, los callos de hacha, las almejas y entre los pescados, el pargo, el jurel y la sardina. Gracias a nuestro clima extremoso, Sonora dio lugar al surgimiento de una de sus delicias gastronómicas: la carne machaca, la cual nació por la necesidad de conservar los alimentos durante largas temporadas y por ello comenzó a secarse y salarse aprovechando el ardiente sol. Así se creó este platillo que se consume como condimento, botana e incluso como plato fuerte, y no hay quien visite el norte del país sin que pruebe unos huevos o tacos con este ingrediente. Otro símbolo de la buena mesa sonorense son los frijoles refritos, hechos con frijol pinto o peruano, manteca de puerco, chile colorado y quesos cotija, requesón y Oaxaca.
(source: http://cober.galeon.com/productos507949.html)
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